El PP ha decidido poner a la venta Marbella. No toda obviamente, pero sí una parte importante, 245.000 metros cuadrados, casi 25 hectáreas, destinadas actualmente a equipamiento público. Técnicamente no se va desprender de este terreno, aunque sí va a pasar a manos privadas durante 75 años. Todo ello en un contexto en el que es imposible el acceso a vivienda asequible, mientras la alcaldesa dice que el problema es la falta de suelo.
Estamos hablando de la
Residencia de Tiempo Libre (200.000 metros cuadrados) y del
nuevo estadio de fútbol (45.000 metros cuadrados), que van a quedar en manos privadas durante un tiempo en el que, prácticamente nadie que lea este artículo, volverá a ver que se utilicen para uso público.
Ambos asuntos resultan especialmente
escandalosos y dan una muestra de las políticas del PP, tanto desde la Junta como desde el Ayuntamiento, respectivamente.
Sobre la Residencia de Tiempo Libre empecemos por recordar aquellos tiempos, ahí está la hemeroteca, en los que los populares criticaban que el PSOE
solo la abriera seis meses al año. "Qué vergüenza", clamaban.
De aquel 'drama', al llegar Moreno Bonilla al poder, se pasó a que no abriera ningún mes, directamente a
cerrarla y, en ello están,
a privatizar los terrenos, a ponerlos en manos de una empresa hotelera que los explote.
Dicen que no salía rentable, pero es que era un equipamiento social. Es como si se cerrara el hospital porque cuesta dinero.
Después, causa sonrojo que la administración autonómica busque
hacer caja con Marbella, municipio donde poco, muy poco ha invertido en siete años.
Puede ser motivo de debate el uso para el que se creó esta residencia, pero siempre se puede buscar otra
solución alternativa a ponerla en manos privadas.
Desde el PSOE han planteado, por ejemplo, que se utilizara para disponer de
vivienda asequible para personas que vienen a trabajar a Marbella y no encuentran alojamiento.
Era una buena opción, o también destinarla a
instalaciones deportivas, tan necesarias en el municipio. A cualquier cosa menos a lo que va a hacer la Junta.
Y el tema del estadio es más de lo mismo. Son
45.000 metros cuadrados en el centro de la ciudad que van a suponer otro pelotazo urbanístico.
Marbella necesita un nuevo campo de fútbol, eso es evidente, y en los últimos años se han puesto sobre la mesa dos opciones:
la pública y la privada.
La alcaldesa ha ido dando tumbos de una otra hasta decidirse por entregarlo a una empresa, la más fácil, así gestiona cualquiera.
Esta postura puede gustar más o menos, aunque con su mayoría absoluta puede tomar la decisión política que considere, pero lo que no puede hacer es
tomar el pelo a la ciudadanía y realizar una adjudicación a dedo.
La construcción privada del estadio debería haber salido a concurso público y no entregarse de manera directa con el cuento de que es a una fundación sin ánimo de lucro cuando en el propio proyecto se calculan 332 millones de euros netos de beneficio.
No olvidemos tampoco que, para poner en marcha este proyecto se modificaron las normas urbanísticas, en un claro ejemplo de urbanismo a la carta propio de otros tiempos.
Y, ¿se ha preguntado a los vecinos? A los vecinos, no a la palmera de la asociación que mostró su apoyo el otro día. ¿Qué les parece, por ejemplo, que el nuevo estadio vaya a acoger grandes conciertos?
Estamos ante dos privatizaciones que, como en los tiempos de Gil, se hacen en nombre del empleo, cuando la realidad es que son auténticos pelotazos en los que, seguro, habrá de todo por en medio.
En el caso del estadio, por ejemplo, supone regalar una parcela cuyo valor de mercado podría estar, en un cálculo conservador, entre los 80-100 millones de euros.
Y son operaciones que duelen aún más cuando en Marbella existe un grave problema de
acceso a la vivienda que, según la alcaldesa, es por culpa de la falta de suelo.
Así se entiende aún menos prescindir de 245.000 metros cuadrados para entregarlos a intereses privados.
Es evidente que en el PP, en Junta y Ayuntamiento, están
para servirse de Marbella, con la complicidad de la parte de la ciudadanía que le da mayorías absolutas para hacer lo que les plazca.
Nos queda el pataleo y poco más porque corren malos tiempos para la lírica.
(Recomendable leer a Israel Olivera con
"Llegamos tarde y llegamos mal".)