La Bien Querida en Marbella, un relato musicado entre el amor y el desamor

La primera frase de ‘Cuando lo intentas’ supuso este sábado toda una declaración de intenciones de Ana Fernández-Villaverde ‘La Bien Querida’ sobre las tablas del Ciudad de Marbella.

“Lo que te quiero decir” lo dijo la bilbaína ante un aforo limitado pero completo que, pese al formato del espectáculo tuvo momentos de entrega absoluta, sobre todo, cuando sonó alguno de sus éxitos más aclamados.

Y lo que quiso contar fue un relato musicado por el amor y el desamor, un recorrido cargado de sensibilidad y emotividad, corto, pero con el tono justo para empatizar con un público devoto que coreó alguno de sus poemas sonoros.

En tiempos de ruido, logró construir una burbuja de delicadeza, solo levemente alterada por letras contundentes como la rotunda “No sé cómo te atreves”.

A falta de Jota, el poeta Alejandro Simón le dio la réplica en este clásico de sus muchas colaboraciones con el vocalista del mítico conjunto granadino 'Los Planetas'.

En esta primera parte, palabras y música se fueron intercalando en una combinación preciosa. En el teatro Ciudad de Marbella alusiones también a Pedro Salinas y a Luis Alberto de Cuenca.

“De momento abril” supuso quizá el momento de más empatía con un público entregado que, en tiempos de COVID, solo pudo dar la réplica tímidamente, pero la dio.

Es quizá su éxito más conocido y una canción que ya se escribe con letras mayúsculas en la historia de la música española de los últimos años.

No es fácil enfrentarse al público con el único acompañamiento de una guitarra y pasar con nota. Pero ‘La Bien querida’ demostró que se puede con letras de tanta ternura como “Muero de amor”.

Quedaba todavía espacio para “La fuerza”, una canción de versos entregados y perfectos. Y dejó para los últimos instantes “Dinamita”.

La cantautora vasca, que dio calidad y altura al acto, pertenece al patrimonio de los que, como dijo otro ilustrísimo granadino, “miran el otro lado de las cosas”.

Sus letras diseccionan las pasiones y las derrotas personales en el amor, esas que se someten a uno mismo y para las que a veces no se han inventado palabras.

Larga vida a la lírica, larga vida a las lágrimas que no afloran, pero que arraigan dentro, y larga vida, siempre muy larga vida, a los que miran “el otro lado de las cosas”.