Esas mañanas libres

17/10/2012
Hace ya semanas leí un maravilloso artículo de uno de los referentes del periodismo malagueño, Teodoro León Gross. Me encandiló leer el comentario, y aunque hacía referencia a un determinado partido político, e incluso ilustraba sobre las vivencias de unos cuantos que no han hecho otra cosa en su vida sino vivir de lo público, para mí la cuestión es extrapolable a todas las opciones porque todos gobiernan en uno u otro lugar. Amén de criticar y mencionar a personas concretas, la base de la columna era otra. 

Y sobre eso me gustaría hablar hoy, sobre esas mañanas libres de las que disfrutan cargos públicos, personal de confianza, coordinadores, supervisores y en algunos casos, hasta vividores. Es decir, si una serie de personas han sido colocados, en algunos casos (los menos) por decisión de los ciudadanos que con su sus votos determinan quiénes debe gobernar; y en otros casos (los más) por decisión puramente de conveniencia, amistad, apego y otras razones que ellos sabrán (y que el resto de la ciudadanía intuye…), lo que no me cabe en la cabeza es que dediquen gran parte de su horario laboral (por el cual reciben cuantiosos sueldos, por cierto), a acudir a diversos actos del partido que les acoge, o a presentaciones varias (que ni les van ni les vienen pero ahí están, para arropar), cuando no a eventos que poco o nada tienen que ver con el área en el que desarrollan su labor.
 
Cuando llevan a cabo esos “escaqueos” ¿son realmente conscientes que los ciudadanos se dan cuenta de ello?, ¿no creen que, en los tiempos que corren, no pueden permitirse pasar toda una mañana en un congreso provincial, en la conferencia de un cargo orgánico que viene de fuera, o en el desayuno en un foro económico (por ejemplo)?, ¿tendrán un minuto de su “valioso” tiempo para recapacitar sobre esos actos, y ponerse en la piel de ciudadanos que las están pasando canutas para llegar a fin de mes, mientras ellos tienen asegurado sus buenos estipendios durante varios años?
 
Posiblemente, aquellos que destinan muchas mañanas a diversos actos de carácter no público, o al menos no inherentes a sus obligaciones, excusarán afirmando que ese tiempo que no están en su puesto se compensa con todo el tiempo que dedican a actos varios que les llevan mucho más allá del horario laboral (fiestas, verbenas, inauguraciones, ruedas de prensa, etc.) en donde se suele requerir presencia institucional. No creo que sea una excusa permisible, pues entiendo que son obligaciones que van “en el sueldo” (como se dice), pero lo que no se incluye en la nómina es tener la libertad absoluta de ausentarse en el puesto para el cual ha sido elegido (como decía, por los ciudadanos, los menos, y por los amigos, los más); puesto por el que está cobrando unas buenas pagas que provienen de los bolsillos de los convecinos, y que (insisto), en muchos casos están con la soga al cuello casi ya…
 
Me parece, en cierto modo, excesivo lo que el referido León Gross apuntaba en el escrito mencionado al comienzo del presente, ya que decía “…a veces a esos chicos dan ganas de preguntarles con ironía adulta: ¿Pero vosotros sabéis lo que nos cuesta (a los ciudadanos) ganar el dinero para que os lo gastéis alegremente con vuestros amigotes?”, aunque no muy descabellado viendo lo que hacen algunos. En Marbella tenemos varios casos, sangrantes, de individuos que no tenían donde caerse muertos hasta que la barita mágica les colocó en el consistorio, desde luego que no por su currículo ni por la formación, sino por otros motivos que ni explican ni detallan. 
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