Balance de la Semana Santa 2016

29/03/2016
Cerradas las puertas del principal templo de la ciudad, que estos días ha recibido a miles de personas, es hora de hacer balance. Cofrades fundidos con turistas (algunos) despistados, portadores con políticos… Vecinos con devotos… Cetros, cirios, bastones, bocinas, mazas, hachetas, pértigas, guiones, senatus, estandartes, cruces guía, faroles… Barras de palio, varales, arcos de campana, faldones… Túnicas, capas, cíngulos, capillos, capirotes, escapularios… Palabras que se guardan hasta el año que viene. 

Comenzó todo con miedo y temor a la lluvia. Domingo de Ramos, en que tras el chaparrón de medio día, el cielo se abrió a media tarde. Lunes Santo, que sólo pudo disfrutar de su cofradía en la parte del recorrido que, precisamente, omite su barrio. Martes Santo, salida y media vuelta al instante (no es fácil decidir, pero siempre se debe pecar de cauto más que de valiente…). Miércoles Santo y su Señor de Marbella, alcanzando la plenitud devocional. Jueves Santo, llenando de sentir cofrade el centro de la ciudad. Viernes Santo, silencio y dolor, únicamente roto por los dos sonidos de la noche, voces legionarias y horquillas. Domingo de Resurrección, lleno de color y alegría.

La Semana Santa, desde su base religiosa, que no debemos olvidar, supone para nuestra Marbella, un espaldarazo a su economía, tras meses de cierta penuria. La Semana Santa, que conmemora lo que conmemora, llena de gentes las calles, y por ende, los establecimientos al servicio del personal… que precisa de más empleados y ello es motivo de alegría para quienes ven aliviada su situación laboral.

Pero los que vivimos, desde hace muchos años, el autentico sentir de estos días, al margen por supuesto, de la innegable característica económica para nuestros vecinos, sabemos que, dentro de las celebraciones religiosas que son las procesiones, estaciones penitenciales para muchos, hay cosas que parecen no cambiar, aunque otras, por suerte, estén cambiando, motivadas -pienso- por las modificaciones que se han producido en los últimos tiempos en los órganos de dirección de las hermandades y cofradías, en algunas pero no en todas. La actitud de las personas algo sí que ha cambiado, aunque en mi foro interno, crea que deben cambiar más aún.

Las procesiones no pueden ni deben ser escaparates para nadie, sea quien sea y ostente el cargo que ostente. Tanto dentro como fuera de las propias hermandades. En éstas, hay multitud de personas comprometidas, implicadas, anónimas, ocultas… que tienen tras ellas, muchas historias que le hacen, año tras año, vestirse una túnica, cubrirse el rostro con en capillo o capirote, enfundarse una mantilla o meter el hombro bajo un varal. Pero otros hacen de una estacional penitencial una demostración de todo menos de fe y devoción.

Exigencias de situarse en determinadas partes del trono (muchas, la mayoría de las veces, en el varal exterior, para ser visto), alegaciones basadas en llevar “toda la vida” (aunque en ocasiones lo es menos…) en un lugar, por encima de las órdenes y directrices de quien, en ese momento, tienen la responsabilidad en una cofradía. Por otro lado, requerimientos de situarse en determinado punto del cortejo procesional o bien malas caras cuando son situados donde les corresponde y no donde piensan algunos que les corresponde. Desconocimiento, por otro lado, de las pautas por las cuales cada uno tiene su lugar.

¿Cuándo olvidarán algunas personas que el protocolo de una cofradía lo marca ésta y no pueden haber esas malas caras y mucho menos, imposiciones del tipo “o salgo ahí...o no salgo”. Lo he podido vivir en primera persona, y mi respuesta, siempre ha sido “pues no salgas…”, todo ello al margen de la explicación sobre que ese no es el camino ni la actitud en una hermandad. Ahí se va por el corazón y la devoción, no por el protagonismo.

Este año 2016, junto con mi hermano de sangre, he cumplido 30 años acompañando a mi Jesús Nazareno, con humildad, respeto, silencio, oculto y siempre con acatamiento a las órdenes y directrices de quien tenían la responsabilidad de dirigir el orden procesional, aunque en ocasiones, las formas no fueran sin duda las correctas en este ámbito social (denunciado, por supuesto, como siempre hago con lo que está mal). Ahora que, por circunstancias, me toca estar a ese lado, valoro más que nadie el respeto a quienes, por voluntad propia, nos acompañan, deciden realizar el recorrido junto a nuestros Sagrados Titulares. Hay que tratar, siempre, con educación, a quien, como tú, está realizando un acto devocional.

Otra cuestión, y no quiero levantar polémica, es el funcionamiento del órgano creado y llamado, a organizar las distintas cofradías, agrupándolas. Ahora que, en el primer año tras la escisión, voluntaria, de las hermandades de pasión y gloria, hay cosas que siguen sin entenderse. Creo que, simplemente, no hay voluntad de que se comprendan. Y los que nos damos cuenta de todo, lo decimos.

Con todo y eso, creo que ha sido una gran Semana Santa 2016. 
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