Absurdas islas ecológicas

30/10/2015
Siempre he dicho que me parecen uno de los mejores inventos en cuanto a la urbanidad en las ciudades. En su momento, la creación de los contenedores fueron un paso adelante en la mejora de la limpieza, ornato, y sobre todo, en la imagen de nuestras calles. Quien no recuerda aquellos cubos negros de basura en las calles, con los nombres o números de sus titulares, o la existencia de espacios en los portales y casas, para dejar la basura… De los contenedores de hierro, y su ensordecedor ruido al ser agitados por los camiones de recogida, se pasó a los mismos pero de plástico (que siempre hacían menos ruido), junto a la distribución por materias cara al reciclaje. 

Pues bien, de unos años acá, se han ido sustituyendo esos espacios sobre la acera, sucios, indecorosos e insalubres, por otros bajo tierra. Las llamadas islas ecológicas o contenedores soterrados. Una denominación que responde no sólo a la mejora en el medio ambiente, sino ya que presentan múltiples ventajas como potenciar la movilidad urbana, evitar los malos olores o favorecer el embellecimiento de la vía pública al ser su parte visible (el llamado buzón), de menor tamaño.

En Marbella hemos ido conociendo como, poco a poco, estas islas iban construyéndose por todas las zonas, tanto en los barrios residenciales como en el centro o en Casco Antiguo. Su número ha ido aumentando ostensiblemente hasta poblar gran número de zonas.

Ahora bien, y puede que haya más, pero existen unas islas ecológicas que, desde el mismo momento en que empezaron a construirse, fueron motivo de polémica, tanto en los propios vecinos como los comerciantes de la zona. Me refiero a las situadas en pleno Ricardo Soriano, entre los números 40 y 42, frente a los edificios de Nueva Marbella (conocidos popularmente como “Siete Puertas”), y justo delante de diversos negocios en ese tramo de vía pública.



El título del artículo de hoy responde a que lo absurdo no sólo se centra en su construcción (que ya de por sí es mucho), sino que meses después de ser construidas, siguen sin ser usadas, incluso con precinto plastificado incluido. ¿Quién tuvo la flamante, rutilante, brillante y lúcida idea de construir esas islas? ¿En plena arteria principal de la ciudad? ¿Comiéndose (literalmente) más de media acera?

Es cierto que a finales de verano (mediados de septiembre) supimos por este medio, Marbella24horas.es (http://www.marbella24horas.es/local/la-mala-ubicaci-n-de-islas-ecol-gicas-puede-costar-ahora-18-000-euros-12281) que el rechazo vecinal había llevado al Ayuntamiento a replantearse su puesta en funcionamiento, eligiendo para ello un nuevo emplazamiento. Al margen del coste de la reubicación (se habla de 18.000 euros), lo que más me preocupa es a qué mente pensante se le ocurrió determinar ese lugar, insisto, en pleno Ricardo Soriano, para colocarlas.

Desde el Ayuntamiento, se ha afirmado que en caso de que sea imposible su reubicación, se mantendría el actual sistema de contenedores en la cercana plaza Joaquín Gómez Agüera (que por otro lado, entiendo que es el lugar más adecuado para ello).



Ahondando en las informaciones publicadas en relación a este tema, me resulta -una vez más- sorprendente que el nombre de la Asociacion de Vecinos de Huerta Belón & Calvario aparezca en un asunto de la avenida Ricardo Soriano. Leo en las hemerotecas, declaraciones del concejal de Limpieza, quien afirmaba “La presidenta de la asociación de El Calvario nos manifestó que se les informó solamente del planteamiento en general, pero que nunca tuvo información de que se ponían en ese lugar y con esas condiciones”. Como ya he dejado plasmada en más de una ocasión, ¿qué tendrá que ver la Huerta Belón con la principal avenida de la ciudad? ¿Y con Calvario? Salvo que esta calle desemboca en la céntrica vía, poco más. Porque los problemas de R. Soriano poco o nada tienen que ver con la zona residencial antes mencionada (que por otro lado, conozco perfectamente).

Por tanto, cada asociación vecinal debería (como normalmente hacen) centrarse en los verdaderos problemas de los vecinos que residen dentro de los conocidos límites geográficos de los barrios. Ya es hora de que, desde la administración competente, a algún ente vecinal se le recuerde que no pueden arrogarse en representantes de los ciudadanos que residen en puntos de la ciudad que nada tienen que ver con lo que, supuestamente, representan. Aunque otra cosa es si, legítimamente, lo representan.

Pero volviendo al tema del artículo hoy, creo que el Consistorio debería agilizar las gestiones para, de momento, suprimir esas absurdas islas ecológicas de Ricardo Soriano, y de forma alternativa o sucesiva, buscar un nuevo emplazamiento. 
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