Reflexiones sobre la existencia: la teoría de los yogurts

17/04/2017
Hace unos días en los créditos previos al inicio de la película “El protector” (The equalizer), cuyo protagonista es Denzel Washington, leí la siguiente cita de Mark Twain: “Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naciste y el día en que descubres por qué”.  

Debo confesar que desde el primer momento me cautivó, pues expresa de una manera precisa y simple una inquietud, un enigma, a cuya resolución deberíamos dedicar unos minutos antes de iniciar cada jornada, reflexionando con tranquilidad y sosiego acerca del sentido de nuestras vidas; sobre todo en estos tiempos que nos ha tocado vivir, en los que parece que no hay alternativas al ritmo frenético de consumo y competitividad con nuestros semejantes y que nuestra única meta debe ser el éxito.

Pero el éxito ¿para qué?; desde que leí “El disputado voto del Sr. Cayo” (Miguel Delibes), lectura imprescindible, tengo muy presente que somos tan sofisticados como dependientes. ¿Quién no ha sufrido las “inclemencias” de la informática, internet, WIFI…? Y ¿quién no se ha sentido en esos momentos de orfandad tecnológica, indefenso, desamparado, desubicado y hasta diría yo que desnudo? Y si olvidamos el teléfono móvil en casa ni te digo, aunque la tragedia se consuma cuando lo perdemos. ¡Qué triste ¿no?!.

No hace mucho que oí hablar por primera vez de Elizabeth Kübler Ross, psiquiatra y escritora suiza-americana, una de las mayores expertas mundiales en la muerte, personas moribundas y los cuidados paliativos. ¿No es sorprendente al tiempo que gratificante, que haya personas que se preocupen de sus semejantes, incluso en los últimos instantes de su existencia? Pues bien, durante sus experiencias junto a los dolientes, les preguntaba en esos instantes en los que la vida se extingue como una vela ¿qué cambiaría en su vida si pudiera dar marcha atrás? Sorprendentemente todos respondía en unos términos muy parecidos: “Hubiera arriesgado más” y “Habría vivido con más pasión”.

Qué duro debe ser llegar al final de tu vida y darte cuenta que la has malgastado, que has perdido momentos irrecuperables junto a tus seres queridos, que has dejado de dar un paseo, de ver un atardecer o simplemente no liberarte de las cadenas de un trabajo insufrible para dedicarte a un proyecto menos rentable económicamente pero que te permitiría desarrollarte como persona. En este punto me viene a la mente el personaje de la película “One million dollar baby”, aquella chica que contra viento y marea entregó su vida a un sueño en el que sólo ella creía, ser boxeadora, aunque su consecución le costara su vida a una temprana edad. Eso sí, murió sabiendo el motivo por el que había nacido y seguro que mucho más satisfecha que otros que tendrían una vida más longeva.

Somos muchos los que elegimos una opción de vida más segura y confortable en lugar de atrevernos pese a que intuyamos que la recompensa bien merece el riesgo de salir de los raíles que nos conducen por un sendero cierto pero monótono. El fragmento que voy a trascribir a continuación pertenece a un maravilloso poema de Charles Chaplin y expresa perfectamente este pensamiento: “Es bueno ir a la lucha con determinación; abrazar la vida con pasión; perder con clase y vencer con osadía. Porque el mundo pertenece a quien se atreve.”

Cuantos de los problemas que a diario tenemos la oportunidad de enfrentar son banales, y sin embargo, los magnificamos hasta el punto de que los convertimos en un muro infranqueable o lo que es pero, en una contienda con el prójimo (llámese vecino, familiar, cónyuge, banco, etc…) en la que no estamos dispuesto a ceder ni un ápice no vaya a ser que se interprete como un signo de debilidad y no de gallardía.

De un tiempo a esta parte me pregunto si esta falta de empatía, de “inteligencia emocional” a la hora de gestionar nuestra forma de vivir cotidiana, la manera en que nos relacionamos con nuestros semejantes, tiene que ver con la percepción errónea de que vamos a vivir eternamente y por tanto tenemos un crédito ilimitado en la casilla de errores propios y ajenos. He asistido a la pérdida de seres queridos y amigos a una edad que no les correspondía; y lo doloroso en cada caso es aceptar su ausencia, el hecho de que ya no van a estar más y que pude compartir más y mejores momentos, expresarles lo importante que eran en mis vidas. Sin embargo, son instantes breves que se pierden “como lagrimas bajo la lluvia” en la vorágine del día a día, tan pronto como nos subimos en la montaña rusa que nos transporta a ritmo vertiginoso sin dejarnos ver el paisaje.

Para finalizar una última reflexión, ¿y si supiéramos cual es nuestra fecha de caducidad como si fuésemos yogures? ¿en qué preciso instante nuestra llama se extinguirá? Tal vez entonces administraríamos mejor nuestro tiempo, seríamos más responsables en nuestros actos y más empáticos hacia nuestros semejantes. Como dice el poeta “Nunca perseguir la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción”.
Quirónsalud Marbella
Roma Abogados
Dental Mahfoud
Contar el cáncer
HC Marbella International Hospital
Hidralia 2
Blogs
El tiempo en Marbella
EL TIEMPO HOY
El Esplendor
JVL
Marbella24horas.es 2024 ©