La honradez intelectual

04/09/2016
Queridos lectores de Marbella24horas. Primero de todo debo presentarme: Me llamo Enrique Agüera Lorente, y aunque nací accidentalmente en Monda (el pasado 2 de junio hizo 48 años), mis padres ya vivían en Marbella, y según me cuenta mi madre, a los pocos días del alumbramiento me trasladaron a Marbella, donde he residido desde entonces, salvo el período en el que curse estudios de derecho en la Universidad de Málaga, a cuya finalización comencé a ejercer, primero como procurador durante ocho años en el despacho de Salvador Guerrero Rodríguez (gracias otra vez por la oportunidad y por enseñarme tanto), y posteriormente como abogado, actividad que a día de hoy continúo realizando a pesar de las crisis vocacionales entre otras contingencias.

Desde hace tres años compagino mi actividad profesional con otra faceta que no por ser enteramente voluntaria y desinteresada, no me exige una entrega y auto exigencia equiparable a la abogacía: la presidencia del CB Marbella. Derecho y deporte serán sin duda fuente de futuras reflexiones que me gustará compartir en este blog, pues son muchas las experiencias vividas y de tal calado que han conseguido mi desarrollo y evolución como persona, al tiempo que me han permitido conocer ámbitos hasta entonces para mí absolutamente desconocidos.

En segundo lugar, como “de bien nacidos es ser agradecidos”, quiero expresar mi gratitud a los responsables de Marbella24horas por darme la oportunidad de compartir con sus lectores aquellos pensamientos y experiencias que plasmaré en este blog. Gracias Juan Zamora y Juan Carlos Angulo.

Para finalizar esta primera aparición y/o puesta de largo, confieso que no he sido nada original en la elección del título que encabezará este espacio, pues es una frase que se la oí al que fuera presidente de Uruguay, Pepe Múgica, durante la entrevista que le realizó Jordi Évole para su programa; inmediatamente me cautivó este personaje por su valentía y coherencia, consecuencia sin duda de una vida plena de vivencias y sucesos a los que pocas personas sobrevivirían. Al referirse a la política, Múgica afirmaba con absoluto convencimiento y contundencia que “El primer requisito de la política es la honradez intelectual, porque a la larga no hay mejor lenguaje que la verdad de lo que las cosas son”. 

Muchos pensaréis que esto es una obviedad; sin embargo en nuestra sociedad actual, lo que debe ser se convierte en excepcional y viceversa, porque precisamente es de rabiosa actualidad en nuestro panorama político la falta de honradez intelectual, pues los responsables de dirigir los designios de nuestro país, aquellos a los que hemos votado hasta en dos ocasiones, son incapaces no ya de administrar la voluntad del pueblo expresada a través de los comicios, sino siquiera de hablar un lenguaje en el que predomine “el bien común”, entendido como aquella verdad de lo que las cosas son, por encima de intereses partidistas y torticeros que se traducen en estrategias de negociación en las que lo que menos importa es el bienestar de la mayoría de los ciudadanos, y sí garantizar la perpetuidad de unos gobernantes ineptos e indignos, que se descalifican a sí mismos cada vez que tratan de justificar lo injustificable con un discurso mediocre en la forma e ignominioso en el fondo.

Desde que lo descubrí, siempre he considerado que el artículo 1094 del Código Civil, es útil no sólo en el ámbito jurídico, sino en otros muchos, pues nos recuerda cuál debe ser nuestra conducta, y sobre todo nuestra conciencia para resolver desde los más insignificantes y cotidianos asuntos, hasta aquéllos de los que dependen la gobernabilidad de un país. Este precepto viene a decir que “el obligado a dar alguna cosa lo está también a conservarla con “la diligencia de un buen padre de familia”.

Y yo me pregunto, ¿por qué esta misma diligencia no es el faro que nos guía en todos y cada uno de nuestros actos, y muy especialmente en el de los políticos? Quiero decir, los progenitores (padres y madres), queremos lo mejor para nuestros hijos; sin embargo, lo “mejor” no es permitirle hacer todo aquello que nos pidan con tal de que nos dejen tranquilos, sino que a veces, la mayoría, la educación a exige la adopción de medidas correctivas que no agradan a quienes las reciben, y que consecuentemente provocan su enfado, pero que obedecen a la responsabilidad y al convencimiento de que la educación no es ni fácil ni desde luego plácida. Ya se sabe, “quien bien te quiere te hará llorar”. Pues bien, extrapolándolo a los gobernantes, estos deberían perseguir con sus programas políticos el logro del bienestar social, aunque con ello puedan ver peligrar la continuidad de su cargo, pero sin duda es mejor estar en paz consigo mismo y con la tranquilidad de conciencia de haber actuado siempre con honradez intelectual y con la diligencia de un buen padre de familia.

Hasta pronto.
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