El líder solitario

19/10/2017
Hay personas que nacen con una virtud que las distingue del resto y que solo se destacan cuando así lo demandan las circunstancias; entonces, de manera inconsciente y con una naturalidad y discreción sorprendentes, se posicionan al frente de un colectivo de individualidades que persiguen un objetivo común, pero que por sí solas son incapaces de conseguirlo; esta virtud se conoce como liderazgo y tiene un arraigo intrínseco en la persona a la que adorna; me refiero a que hay líderes cuyo carisma (capacidad para atraer la atención y confianza de sus semejantes), es tan intensa y atrayente, que no necesitan más reclamo para quienes le rodean, que su simple presencia, y entonces estos se sienten reconfortados y ajenos a cualquier peligro. Un ejemplo de lo que trato de explicar es el entrenador de baloncesto con más euroligas en su trayectoria deportiva; Zeljko Obradovic así como a sus jugadores les trasmite un plus de confianza y seguridad, saber que él dirige el partido, los adversarios inconscientemente ven mermadas sus posibilidades de victoria. 

Otro líder silencioso lo fue Miguel Induráin, quien a diferencia de Lance Amstrong, nunca necesitó realizar una declaración altisonante o un gesto de soberbia, para ganarse el respeto de todos los adversarios que trataron de discutirle su supremacía, y que al mismo tiempo sucumbieron con resignación y admiración a sus exhibiciones y al porte inigualable de su figura sobre la bicicleta.

Eso es precisamente lo que define al líder silencioso: su sola presencia le basta para guiar al resto del “pelotón”, aglutinando sus voluntades e individualidades, al tiempo que las dirige hacia el objetivo común, ganándose su confianza y respeto con sus actos, protegiéndoles de los riesgos que lo comprometen y ponen en riesgo, como comportamientos egoístas que no acatan la sumisión al bien común.

El líder silencioso debe ser valiente en la aceptación de su responsabilidad y sobre todo de las consecuencias que lleva implícita, para llevarla hasta las últimas consecuencias, sabedor de las múltiples dificultades y obstáculos que se encontrará en el trayecto; muchos lo criticaran con el único propósito de desprestigiarlo, movidos por el rencor, la envidia y la frustración de saberse inferiores, o simplemente molestos por las decisiones que les incomodan.

Trasladando mi reflexión al ámbito de la política, considerada ésta como la gestión de intereses públicos, no alcanzo a reconocer en ninguno de nuestros dirigentes, ya sean gobernantes u oposición, un líder silencioso, por más que reconozco la dificultad de gobernar y la imposibilidad de satisfacer a muchos. Es preocupante comprobar como la inmensa mayoría han desviado el rumbo de sus libros de ruta, han descuidado su responsabilidad de tomar decisiones y han focalizado toda su atención y recursos (humanos y materiales), en descubrir los escándalos de sus oponentes, convirtiéndose en consumados maestros del juego “y tú más”, con el único propósito de conseguir el favor del electorado, no tanto por los méritos propios sino por los desatinos y errores ajenos. ¿Recordáis la estrofa de Joan Manel Serrat: “Resulta bochornoso verlos fanfarronear a ver quien la tiene más grande”.

Sin embargo, este juego tiene un efecto boomerang que te obliga a estar en alerta, no vaya a ser que descubran tus vergüenzas, pues ya se sabe que “quien hierro mata a hierro muere”. El resultado de ello es la falta de toma de aquellas decisiones responsables y útiles que a diario requiere la gestión de los intereses públicos; en nuestro municipio tenemos las instalaciones del Francisco Norte, las cuales al cabo de casi tres años desde su inauguración, permanecen inoperativas, con bastantes dudas sobre qué destino darles y sobre todo que gestión debe realizarse, si pública o privada. La única realidad es el deterioro diario de unas infraestructuras, cuyos principales usuarios son los dueños de los perros que a diario van allí a pasear y defecar, en un claro ejercicio de vandalismo.

Lo sorprendente es que las pistas de pádel allí ubicadas y de las que se presumió en su inauguración, como un ejemplo de gestión pública, resulta que están mal orientadas, y por lo tanto, no pueden utilizarse. Y aquí es donde empieza el lío, porque los miembros de la corporación bajo cuyo mandato se construyó e inauguró, ahora en la oposición, reprochan a los actuales dirigentes que no hagan nada para garantizar su uso y mantenimiento; mientras que éstos últimos se defienden alegando que han heredado unas instalaciones defectuosas no sólo en la construcción sino también en la puesta en marcha. Siendo cierto esto último, dos años es mucho tiempo para que no se haya producido ningún avance.

Charles Chaplin escribió un poema, del que rescato el siguiente fragmento: “Es bueno ir a la lucha con determinación, abrazar la vida con pasión; perder con clase y vencer con osadía. Porque la vida pertenece a quien se atreve”. Resulta desesperanzador la falta de valentía en la toma de decisiones que verdaderamente estén inspiradas en el bienestar común, único faro de los políticos; pero lo más triste de todo es que la causa de ello es que anden distraídos y ocupados con su particular “caza de brujas”.

Sin duda donde más se detecta esa falta de liderazgo (entendido como valentía para tomar decisiones que lleven a la consecución de un bien común), es en la política local, pues existe un contacto directo con la ciudadanía, y en consecuencia, un feedback sin ningún tipo de escudo o filtro que suavice las críticas, y sobre todo porque existen un menor margen de error, y cualquier decisión impopular, por más que sea necesaria y acertada, tiene un coste en votos. Un ejemplo reciente que someto a vuestra consideración, lo protagonizan dos noticias que revelan dos situaciones contradictorias, ante las que los responsables de solucionarlas, han decidido una vez más anteponer su popularidad a su responsabilidad.

De una parte, está en peligro la continuidad en la práctica del baloncesto para 3.000 niños en Málaga, ya que los vecinos de los colegios donde entrena, consideran que provocan un ruido al botar el balón que en modo alguno es tolerable; y otra, en el lado opuesto, aquellas celebraciones que se desarrolla en espacios públicos y cuyos asistentes no sólo generan un ruido mucho más intenso y molesto que los niños jugadores de baloncesto, sino que además provocan verdadera contaminación acústica, sino además orgánica, que perjudica realmente a los vecinos y usuarios; sin duda, todos tenemos aún en nuestra retina la esperpéntica imagen de las playas de nuestra provincia, tras la celebración de la noche de San Juan.

¿Cuál es la razón para que no se eviten ambas decisiones? Tengo claro que en el segundo caso, existe un trasfondo populista: el temor a la pérdida de votos, consecuencia inevitable de evitar una fiesta por el abuso que se cometen durante la misma. Lo que me cuesta entender es que llegue a ser una realidad la prohibición de que los equipos de cantera puedan entrenar en los patios de los colegios ante la falta de unas instalaciones deportivas específicas para ello; De materializarse esta amenaza, se estaría “castigando” a unos inocentes, que verían seriamente afectada su formación deportiva y personal, en lugar de a los responsables de esa falta de instalaciones deportivas, quienes paradójicamente prefieren adoptar el papel de verdugo y sacar rédito político.

Los hechos que acontecen a diario auguran tiempos para los líderes silenciosos, que como verdaderos faros, nos guíen hacia una sociedad mejor, tomando decisiones ajenas a servidumbres e intereses partidistas y espurios, y con la valentía de quien está a la altura del reto. No se me ocurre mejor colofón que el fragmento del poeta inglés William Ernest Henley, que se destacaba en la película Invictus de Cint Eastwood: “No importa cuán estrecho sea el camino, cuán cargada de castigo la sentencia. Soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma”.
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