De vez en cuando la vida

Hay acontecimientos que deciden el devenir de la vida; unos en sentido positivo, otros no tanto. Como cuando tienes un hijo, entonces el orden de tus prioridades cambia por completo, incluso el transcurso del tiempo se torna diferente, real, y como por arte de magia se pone en marcha un cronómetro y empieza una cuenta atrás de la que antes no eras consciente.  

De entre todos esos hitos que han marcando el camino recorrido hasta el momento en que estoy escribiendo estas líneas, me gustaría compartir con vosotros uno muy especial; para ello, una vez más, y ante la falta de una pericia para poder plasmar con atino mis sentimientos y pensamientos, recurro a las citas, en este caso del maestro, poeta y cantautor Joan Manuel Serrat, una de cuyas canciones “De vez en cuando la vida” (entre otras muchas), me han acompañado e inspirado en mis ensoñaciones románticas, cuando imaginaba y anhelaba encontrar la famosa “media naranja”, tópico que siempre he considerado acertado, porque expresa lo que para mí siempre significó una relación de pareja: completar y aportar a la vida de aquella persona a la que te unes, todo aquello que tú tienes, y a la inversa estar dispuesta a aceptar lo que ella trae consigo. ¿Recordáis la frase de Drácula en la película de Francis Ford Coppola?: “Entre libremente por su propia voluntad y deje parte de la alegría que atesora”. Así recibiría en mi corazón a mi amada, a la que descubriría entre la multitud, como un diminuto troza de cristal en la inmensidad de la arena de playa.

Dice el maestro Serrat que “De vez en cuando la vida saca un conejo de la vieja chistera, y uno es feliz como el niño cuando sale de la escuela; toma conmigo café y está tan bonita que da gusto verla”. Pues bien, un día cualquiera hace ya muchos años el azar quiso que en lugar que cogiese una calle secundaria para llegar a mi destino, continuase por la Avenida Ricardo Soriano; entonces la vi y sonó en mi corazón la melodía y “la vida me regaló un sueño tan escurridizo que hay que andarlo de puntillas para no romper el hechizo”.

Me estoy refiriendo a Cristina; ese día retomamos nuestra vieja amistad del instituto, latente durante nuestra etapa universitaria, y comenzamos juntos un camino, en el que hemos compartido toda suerte de aventuras, la más vital el nacimiento de nuestro hijo Juan, y en el que ella ha sufrido mis manías y rarezas…y tantas otras cosas que llenarían muchas páginas.

Cristina es amable, cariñosa, empática, vital, emprendedora, leal, trabajadora, honesta, positiva, no conoce el significado de la palabra rencor, y por encima de todo generosa, hasta el punto de que me ha hecho sentir querido y que así la vida esté a la altura de lo espero de ella. ¡DE CORAZÓN GRACIAS!