Yo soy hormiga

28/05/2019
Marbella ha hecho su apuesta para los próximos cuatro años. Marbella ha apostado por la continuidad de un modelo que sustenta su praxis política en la depredación del entorno, en el beneficio cortoplacista y en el establecimiento de redes clientelares. Y este hecho se constata desde 1991, cuando GIL implantó esta forma de actuar como resorte de mayorías absolutas domingo pasado incluido. Es la elección de la mayoría desde entonces, que solo tuvo un impás con la intervención judicial y la imposición legal de la gestora y el gobierno del tripartito durante dos años. La elección de Marbella.  

Y quizá visto con esa distancia resulta que Marbella es así, que la ciudad tiene su alma de cigarra marcada a fuego en su ADN y que ni quiere ni puede cambiar y que prefiere este modo de relacionarse con la administración pública a otros posibles, que alguien le marque el camino en lugar de decidirlo por sí misma, motu proprio.

Pero luego estamos los otros, las otras, aquellas personas que deseamos un cambio profundo, que pensamos en el futuro de nuestra ciudad con otra mirada, en los servicios públicos como garante de la justicia social, en las infraestructuras que sitúen a la educación, la sanidad, la sostenibilidad en el centro de la acción política, de economía diversificada y sostenible, de turismo responsable, feminista, con un urbanismo para la ciudadanía, para el interés general.

Las personas que queremos decidir e influir en el destino de la ciudad, que se nos pregunte nuestra opinión, que podamos aportar nuestra visión de la vida en Marbella, las personas que deseamos empoderarnos porque somos conscientes de que tenemos en juego nuestro futuro y no solo las migajas que nos concedan. Esta es la Marbella que Marbella ha dejado fuera del ayuntamiento en las últimas elecciones. La Marbella que deseo para mi hija Daniela. Así que frente a la cigarra no queda más que ser hormiga.

Pero el trabajo de la hormiga es lento y minucioso y el fruto de sus labores menos espectacular que las alharacas de la cigarra. Un trabajo colaborativo, que va más allá de la especulación, para fortalecer el bien común, la estructura de una vida construida entre todos y todas.

La vida de la cigarra no deja de ser más que un espejismo autodestructivo que se alimenta del corto plazo, de la recompensa inmediata y fácil, preñada de ombliguismo, egoísta por naturaleza, insolidaria y abocada a la soledad. Y hay quienes no queremos ese fatuo destino para nuestra ciudad y que apostamos, contra la aparente corriente general, por la fórmula del consenso, del largo plazo, de las soluciones integrales y estructurales frente al parcheado, una apuesta ardua pero vigorosa y vibrante que aboga por la transformación en pos de un futuro más sólido, mejor, preparado para los embates, y que no acepte las migajas por recompensa.

Yo quiero soñar con ese futuro para Daniela, con esa ciudad libre de clientelismos, con una ciudadanía empoderada que se capaz de agitar sus cimientos hasta desprenderlos para que permita a Marbella volar sin ataduras, sin complejos, con un futuro sobrado de razones por las que luchar.

Yo soy hormiga.
 
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