Playas acotadas

25/04/2025
Era una hermosa tarde de abril. El cielo resplandecía como un látigo azul. El horizonte, coronado por una ligera calima. Unos niños jugaban en la orilla de la playa y de cuando en cuando se dejaban lamer los pies por las olas breves y cadenciosas. Dos mujeres mayores paseaban con tranquilidad por el rebalaje. Un poco más allá, un chico y una chica muy jóvenes, de pelo rubio, largo y lacio se asoleaban sobre sus toallas.

Era una escena idílica, perfectamente fotografiable.

Pero había un elemento discordante que me llamó la atención al igual que ya lo había hecho el verano pasado. Detrás de esa primerísima línea de playa unas mallas de rafia de color verde y blanco encapsulaban una nutrida serie de tumbonas. Era la playa del Faro. Una playa urbana de tamaño reducido que se veía más mermado aún con esta imposición acotadora de espacios en un, no olvidar, lugar perfectamente público.

Un muro de rafia envolvía dichas tumbonas, creando así un ambiente privado, exclusivo en una playa que, presumiblemente es de todos y de todas. Lo mismo que ocurría en la playa del Faro, comprobé en mi paseo, ocurría también en la playa de La Fontanilla. Una lengua de arena estrecha, siempre muy castigada por los temporales y colmatada por los chiringuitos que ocupan gran parte de su superficie.

Pues bien, allí también se elevaba en torno a una serie de tumbonas un muro de rafia. Imposibilitando el paso, reitero, por una playa pública, un espacio público.

Desconozco el detalle de la Ordenanza de Playas que limita o permite la extensión de las tumbonas y hamacas, pero, en cualquier caso, la duda me asistió cuando contemplé estas acotaciones en la playa. Si el ayuntamiento las permite a través de dicha ordenanza, es una privatización encubierta de un espacio público. Y si el ayuntamiento no lo contempla en ninguna de sus instrucciones administrativas está permitiendo que suceda por dejación o por interés.

En cualquier caso, dada la exigüidad de las playas urbanas de nuestra ciudad, confío en que esta moda no se extienda más allá de lo presente, y aspiro a que se retraiga, porque de no ser así, nos podemos ver en un par de años como las playas de la Costa Amalfitana, un espacio público privatizado y al que sólo pueda acceder el mejor postor.
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