Pintadas y serpientes

21/10/2020
Y aparecía su nombre escrito en el interior de una diana, en el portal de su casa, en su lugar de trabajo, en las paredes de su calle, en el colegio de sus hijos. Su nombre escrito dentro de una diana. Y aquello era presagio de muerte, augurio de sangres, el preludio del dolor. Era la Euskadi de ETA, de su imposición, de su vocabulario dictatorial, de su comportamiento tiránico y brutal.  

Aprendí desde muy joven que las pintadas no son inocentes, que llevan bajo su ala la voz del cuervo, un significado de avisos urgentes, de sentencias perentorias, por eso, cuando las veo aquí hoy, tan alejadas de mi tierra, no puedo evitar retrotraerme a la época de la barbarie y un fulgor de furias enciende mi corazón.

Las primeras que vi, “Sudacas guarros, marchaos de aquí”, “Viva Franco”, “Negros de mierda”, “Hitler fans” fueron hace aproximadamente un año en el entorno del campo de fútbol del Marbella CF. Estaban escritas en los árboles (aún perduran algunas de ellas, incomprensiblemente), en las paredes del estadio, en los muretes que lo cercan.

El otro día, paseando por Juanar, se repetían, escritas en las rocas, en los árboles, en la parte de atrás de la cancela que delimita el acceso a la pista del olivar. Los mensajes eran similares y han proliferado por nuestra ciudad.

Este fin de semana, la agredida ha sido la memoria de Andrés Cuevas. Una placa que sus compañeros, amigos y amigas, habían colocado en el entorno de Sierra Blanca recordándole desde el cariño y el amor aparecía, cuando hace justo un año de su fallecimiento, mancillada, rayada y acompañada de una nueva pintada.

Pintadas racistas y xenófobas, exaltadoras de un régimen dictatorial. Puedo creer que han sido dos o tres incontrolados sus responsables, ignorantes probablemente de la historia, de sus significados. Pero también es cierto que cuando se alimenta a la serpiente día a día con un mensaje de odio al otro, al próximo, al cercano, al contrario, un mensaje destructivo, falsario, impositivo, los huevos que eclosionan son siempre pútridos.

Pero, cuidado, cuidado, porque estas acciones que situamos en el orden de las gamberradas nos previenen más allá de los discursos. El odio está siempre más cerca de lo que pensamos. La serpiente primero avisa y, después, la serpiente, muerde

Las pintadas no son nunca inocentes.
 
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