El próximo 6 de junio, Marbella alzará la voz bajo el lema "Marbella para vivir, no para sobrevivir", sumándose a una ola de movilizaciones que, en los últimos meses, ha recorrido ciudades como Málaga, Barcelona o Madrid. Una consigna que pone sobre la mesa la problemática cada vez más acuciante de la vivienda en la Costa del Sol: un derecho fundamental convertido en objeto de especulación y negocio.
La situación en Marbella es un reflejo amplificado de lo que ocurre en muchos otros lugares del país. Durante años, la ciudad ha sido escenario de un urbanismo desbocado, impulsado por el turismo de lujo y la inversión extranjera. Esto ha disparado los precios de la vivienda a niveles estratosféricos, dejando a la población trabajadora –muchos de ellos empleados y empleadas en el propio sector turístico– en la cuerda floja. Los alquileres temporales, los apartamentos turísticos y la compra de viviendas por parte de fondos de inversión han convertido el acceso a un hogar en una carrera de obstáculos cada vez más inalcanzable.
El fenómeno no es nuevo, pero su virulencia ha aumentado en los últimos tiempos. La Costa del Sol, símbolo del "sol y playa" convertido en motor económico, se ha transformado en un mercado donde priman las ganancias rápidas frente a las necesidades reales de las personas. Las familias locales, los jóvenes que quieren independizarse, los trabajadores y trabajadoras que sostienen la hostelería y los servicios, profesorado, funcionarios públicos, médicas y enfermeros… todos se enfrentan a un panorama donde el derecho a la vivienda choca con la avaricia y el cortoplacismo de quienes sólo ven en la costa un escaparate de lujo.
La movilización del 6 de junio no surge de la nada. Es el eco de la frustración, pero también de la esperanza. Porque si algo ha demostrado el movimiento por la vivienda en los últimos tiempos es que la ciudadanía no está dispuesta a resignarse. Desde Barcelona hasta Málaga, pasando por ciudades como Cádiz o Granada, la calle se ha llenado de voces que reclaman una solución política y social a este problema que nos afecta a todos.
La vivienda es un derecho, no un privilegio. Marbella, con su contraste entre la opulencia de sus urbanizaciones privadas y la precariedad de muchos de sus trabajadores, es el paradigma de una crisis que exige un cambio de modelo. Un cambio que pase por políticas valientes: limitar los alquileres turísticos que expulsan a la población local, gravar la especulación y la vivienda vacía, e impulsar la vivienda pública y social que garantice un hogar digno.
No podemos permitir que la ciudad se convierta en un parque temático para el turismo de lujo y los grandes inversores mientras quienes la hacen funcionar día a día apenas pueden pagar un alquiler. La Marbella real no es la de las portadas de revistas; es la de sus vecinos y vecinas, que reclaman algo tan básico como poder vivir dignamente en su ciudad.
El 6 de junio, Marbella se unirá a un clamor que no deja de crecer: la vivienda no es un lujo, es un derecho. Y no descansaremos hasta que esa verdad se imponga en cada rincón de la Costa del Sol. Porque Marbella es para vivir, no para sobrevivir.