La torre de El Cable

28/04/2021
La torre de El Cable hermana mis dos patrias en un abrazo antiguo.  

Por un lado los montes de Triano y de La Arboleda, horadados de manera artificial, surcados de cicatrices abiertas al aire, de rojizas heridas que durante décadas supuraron mineral de hierro. Ese mineral de hierro que situó a Bilbao más allá de sus fronteras. La orografía escarpada de las montañas próximas, las colinas rojas que competían con los verdes valles, como nombraba Ramiro Pinilla en su descomunal trilogía literaria y que definieron desde el siglo XIX una forma de entender el mundo, de entender la industria y la economía, que cambió de manera definitoria y para siempre la geografía de las ciudades y municipios próximos.

Y, con este cambio, forjó una nueva clase social, proletaria y trabajadora, con un fortísimo tejido asociativo y reivindicativo que marcó el devenir de la vida cotidiana durante más de un siglo entre fábricas, contaminación, cielos rojos de colada mineral, arquitectura desordenada y explosión demográfica de pueblos que se asemejaban a ciudades. Forjó también mi infancia y mi forma de entender el mundo.

Por otro lado, Marbella y Ojén, las patrias que marcan mi vida en los últimos 15 años. La torre de El Cable, apenas una leve pista del pasado siderometalúrgico de esta ciudad de farándula y oropel, que tiene en el turismo su principal engranaje económico y social, que la posiciona en el mapa internacional como uno de los destinos privilegiados.

Antes de eso, antes de esta eclosión estuvo el mineral, su torre, sus torres, El Cable, y las líneas elevadas que conectaban las minas ojenetas con las rutas marítimas que llevaban aquellos minerales allende los mares en un viaje de no retorno. Y esta industria también configuró paisaje y paisanaje, los ecos de los nombres de algunos parajes, los vestigios apenas entrevistos de un patrimonio industrial que se deshace ante nuestra mirada. El Peñoncillo, Buenavista… Las ferrerías y los altos hornos fueron uno de sus primeros sustentos modernos, la calidad y particularidad de sus minerales, la materia prima de esta ciudad que es renuente a vigorizar su pasado minero, a mirarlo de tú a tú, a ponerlo en valor, a sacar pecho de ello.

La Torre de El Cable se cae y si definitivamente cayera, Marbella perdería una parte sustancial de su pasado, de su personalidad, de su identidad, de su ser, incluso para aquellos que no lo quieren ver.
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