Despacio

31/03/2021
Cruzábamos la serranía a lomos de su serpenteo, intuíamos la carretera antigua aquí y allá, sus restos y circunvoluciones, que aparecía y desaparecía laminada por el progreso y sus afanes de rapidez, inmediatez, seguridad. 

Las formas blancas, manchas sobre los bosques, sobre las rocas calizas, las laderas peladas, pespunteaban el camino entre Ronda y Algeciras, allá, a lo lejos, como un sueño imposible. Atajate, Benadalid, Benalauría… Y un tanto más próximos, pero de apariencia igualmente inalcanzable, los del alto Genal, como Igualeja, Pujerra, Júzcar, Faraján, Alpandeire… Los caseríos apretados, como un puño, acomodados en los aliviaderos de la montaña.

Resulta un paraje telúrico, apegado a la tierra y a su entorno, formando parte de ella la mano del ser humano, con el respeto del recorrido de la historia por la que ambos han transitado juntos desde allende los tiempos.

Cuando recorro el camino entre Marbella y Ronda y tengo el privilegio de no conducir, me gusta trazar en el aire el hilo invisible que une todas esas localidades que contemplo más allá. No me cuesta imaginar el tiempo pasado, cuando aquellos caminos habían de discurrirse a lomos de burros y acémilas, cuando despacio era el único adverbio a conjurar, las dentelladas del frío en invierno, el sol a plomo del verano partiendo las piedras, la fragancia, perfume de la primavera, el bosque de cobre en otoño.

La primera vez que hice esa ruta imaginé poder visitar aquellos pueblos, conocerlos, pisar sus calles, acariciar la cal de sus paredes, degustar sus viandas con fruición y dejar discurrir el tiempo con ese único adverbio a conjurar, despacio.

Los laberintos del trabajo periodístico son inescrutables y entre 2009 y 2011 me recorrí todos ellos y algunos más, todos, hasta recorrer los entonces 101 municipios de la provincia. Lo idílico de a lejanía se sustanció en lo concreto de la cercanía y nunca defraudaron la imagen creada en mi imaginario.

En el paso de esta última década he regresado a algunos de ellos, acompañado de gentes a las que quiero y aprecio, pero no todo lo que me gustaría… Genalguacil, Benarrabá… Ayer, cuando la agenda laboral nos había trasladado a mi socio, amigo, compañero, Miguel y a un servidor a Ronda, tuve aquella misma sensación, la necesidad de recorrer ese corazón de la provincia de nuevo, sentarme en uno de los bancos en una de sus plazas en de sus miradores abiertos a la naturaleza, y dejarme llevar por el tiempo y conjurar, una vez más, ese adverbio, despacio, despacio, despacio.
 
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