Y es que considero que los muertos hay que dejarlos en paz, que descansen en la eternidad de una humilde morada acondicionada al menos, con los avatares más sencillos. Vergüenza me daba, ya que lo he vivido en primera persona, que un cementerio de la ciudad de Marbella, como es el Virgen del Carmen albergue esas instalaciones para velar a los que han dejado la vida terrenal, sin ni siquiera una cafetería para que en las noches de invierno un café caliente los cuerpos de los familiares y amigos que han perdido a un ser querido o en los días calurosos ni una botella de agua solvente el llanto sediento de un alma afligido.
Estampas como el cementerio San Bernabé, bonito e histórico sí, pero con dos salas de espera en las que podría haber perdido la vida alguna persona más. Y es que a falta de sitio, los marbellíes y foráneos tienen que esperar al borde de la carretera para acompañar a sus allegados en un trance tan duro como el fallecimiento.
Me alegra saber que, al menos, se van a poner las cartas sobre el asunto. O por lo menos esa es la intención. Es que me parece deplorable que no tengamos en Marbella un tanatorio en condiciones y que, incluso, nuestros muertos tengan que incinerarse, los que así lo estimen, en otros pueblos de alrededor porque es más económico. Basta ya de traficar con la vida y con la muerte. Que por lo menos los que tienen que pasar por este duro trance que lo hagan con dignidad, los creyentes, los no creyentes, los que saben que van a morir y los que saben que algún día lo harán, porque ese va a ser nuestro fin.
No se pide gran cosa, sólo instalaciones acondicionadas, con mobiliario sencillo pero no centenario, con duchas al menos para poder asearse aquellas personas que vienen de fuera para acompañar a su gente, cafetería para tomar algo y además dar trabajo a la gente de la ciudad. Dejar este mundo es duro pero lo es más sabiendo que todo seguirá igual y que, dependiendo en qué manos esté, el futuro puede ser el pasado de un presente incierto.