Septiembre ya va convirtiendo a los coletazos del verano como el mejor momento para caminar, salir de casa a horas que el calor incluso aprieta y despejarse sin tanta gente por las calles. Pues en uno de estos días del noveno mes del año decidí darme un paseo por mi barrio, Miraflores. Su encanto, su gente, sus establecimientos, en definitiva su “vidilla”, me apasiona. Cuál fue mi sorpresa que en un día lluvioso, de esos en los que las nubes no se quieren dejar ver a las claras y aparecen de madrugada descargando chuzos de punta, me sorprendió un acontecimiento que he querido destacar en este post.
Y digo acontecimiento porque yo creía que ya quedaba en la moral y ética ciudadana el cuidar a nuestras mascotas, el entorno, el medio ambiente y cómo no el sentido del civismo. En ese día atormentado me asaltó una fragancia innombrable en ocasiones de postín. Se trataba del perfume aromatizado de los excrementos de los perros de mi distrito. Sí, me dio vergüenza ajena. Y por ello, desde aquí, quiero encumbrar una guerra cruel contra los dueños de esos peludos que no tienen la culpa de que sus amados, descuidados y maleducados progenitores sean todo lo descrito anteriormente.
La cuestión no es que esas mascotas no tengan espacio. De hecho, Marbella cuenta con uno de los parques caninos más grandes de Andalucía e incluso el ayuntamiento está gestionando una zona exclusiva para que los canes puedan pasar su tiempo de ocio en las playas de la ciudad, el problema de raíz radica en sus propios dueños. No hablo de todos por supuesto. Y también defiendo el derecho de los animales por encima de todo. Lo que critico es la sinrazón de que cualquier persona esté paseando tranquilamente por su calle y se encuentre con semejante paisaje.
He visto y comprobado que muchos dueños de perros van con sus bolsitas y sus papeles higiénicos para limpiar a sus mascotas, y ya no sólo porque les preocupa la limpieza de su hogar y de los suyos sino porque se interesan por mantener el equilibrio en la sociedad. Pero también hay un porcentaje que no les interesa, no les importa y no respetan a la ciudadanía e impulsan a que yo denuncie esta situación. El hedor y el panorama que vi estaban absolutamente fuera de lugar. Destrozan las flores, las plantas, incluso el sistema de riego. Y luego seguro que se quejarán de su situación. En el caso que no hubiera espacios suficientes en el municipio tampoco se entendería. Hay que luchar no contra esta situación sino con el pasotismo y la falta de escrúpulos de estos dueños que ensucian nuestro hogar que es Marbella. Y repito el problema no son los perros. Nos guste o no reconocerlo, el veneno está en la sangre de quien lo permite.
