Mi pequeño colibrí

29/05/2014
Dicen que el colibrí más pequeño del mundo puede medir cinco centímetros desde su pico hasta la cola. Tiene, además, un pico tan alargado que les permite recolectar el néctar de las flores en un soplo y, como anécdota vital para mi, pueden aletear hasta 80 veces por segundo. De hecho, este movimiento les puede dejar estáticos en el aire o volar en cualquier dirección, de lado a lado, hacia detrás o hacia delante. Es el único pájaro que puede volar hacia detrás. Sin duda, todo un descubrimiento para mí. Y es que mi afición por el colibrí comenzó cuando conocí a uno de ellos y me enseñó a mirar más allá de su tamaño o de su vistosidad, de su paleta de pintor en las alas. Cuantos más detalles conocía sobre él, más curiosidad se ponía en mi camino. Y era hora de hacer saber al mundo la gran diversidad de colibríes que hay más allá de nuestras fronteras sensoriales.

Profundizando en ellos averigüé que su corazón, sólo comparable con el de un canario, puede latir hasta 1.000 veces por minuto. Asimismo, son muy familiares porque construyen su hogar con las mayores comodidades que le puede brindar la naturaleza, e incluso, su nido, para el más pequeño de su especie, semeja a un dedal. Y algo que me llama mucho la atención es que son muy tragones, les gusta comer porque consumen más alimento respecto a su propio peso.

Y os preguntaréis porqué este interés por el mundo del colibrí. Pues porque me sorprende la similitud de su forma de ser, de vivir, de afrontar su realidad y de comportarse con respecto a muchos de nosotros y a muchos que he conocido. Uno, especialmente, es mi pequeño colibrí. Puede tener nombre y apellidos pero seguro que tú también conoces a un pequeño colibrí o eres tú mismo. Mi padre era mi pequeño colibrí. Y no era pequeño sino todo lo contrario, grande como su corazón que latía a mil por minuto. Similitud con el colibrí. Pero como he explicado el colibrí es mucho más de lo que parece y mi padre también. Creo que volaba, porque daba más de 80 aleteos por segundo. Es que le gustaba la vida y le gustaba ser libre. Llenaba el estómago de sus criaturas y les creó un hogar dulce y con todas las comodidades. Pero la única diferencia con respecto del colibrí es que nunca volaba hacia atrás, miraba el horizonte con pico de plomo. Eso es lo que le hacía grande y diferente a los demás. Y esa fue su lucha, su inquietud, su pasión y su mejor herramienta para sembrar naturaleza dentro de la sequía de su enfermedad, el cáncer. Nunca lo vio como un imposible sino como una nueva conquista.

El próximo día 5 de junio Marbella acogerá la cuestación a favor de la Asociación Española Contra el Cáncer, en la que numerosos voluntarios atenderán en mesas informativas a todas aquellas personas interesadas en profundizar sobre este tema. Considero que es una gran ocasión para acercarnos porque ellos también entienden del mundo del colibrí. Así es. Ellos nos enseñan a través de la experiencia de sus muchas especies diferentes de aves cómo se puede aprender a volar, a desplegar las alas, a ver el mundo desde lo más alto, desde la copa de los árboles, incluso desde cuando se está en el nido, o cómo construirlo, o cómo vivir adversidades cuando se tiene hambre, cómo alimentar a un corazón hambriento de emociones y cómo superar contra viento y marea las amenazas del mundo animal. Al igual que yo me interesé por el mundo del colibrí, la investigación es el papel más importante al que nos tenemos que unir para descubrir realidades hasta entonces desconocidas. No se nos pueden recortar las alas hacia un bello amanecer ni tampoco hacia un futuro que nadie conoce. Debemos apostar por ahondar en esta aventura, nos ayuden o no los que dirigen el poder. Dicen que el águila vuela alto, pero no hay que menospreciar al que aprende a volar, no sabemos dónde le puede llevar el viento.

Yo sigo pensando en mi pequeño colibrí, que como muchos, ayudan con su vuelo, estático o dinámico, a otros que acaban de nacer, que comienzan una andadura, que lo acompañan en su viaje. Siempre es bueno pensar que cuando la brisa suena es que un diminuto ser bate fuerte sus alas. Marbella sentirá ese frescor este próximo 5 de junio y te invito a que abras los ojos y estés muy atento porque la flor más preciada tiene un néctar esperando, un néctar que alimenta en la cadena de la vida.
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