Diagnóstico para "House"

24/01/2014
Hoy quiero empezar el año de posts con una experiencia personal con la que seguro más de una persona se siente identificada. Un familiar con graves problemas se siente mal. Decidimos ir al hospital, a nuestro hospital, el público, el de toda la vida, el que pagamos todos. La verdad que era un poco tarde, las 8. No creíamos, que por ser martes, nos íbamos a encontrar con un lugar que parecía el primer día de rebajas de La Cañada. Pero vamos que todos los que estamos habituados a tener enfermos ya estamos más que acostumbrados.

La cuestión no es ésa porque ya sabemos la masificación a la que nos tienen acostumbrados, a la falta de responsabilidad política, a la escasez de corazón de muchos dirigentes y que, en resumen, la sanidad, por desgracia para todos, está en venta. Mejor dicho está redireccionándose al mejor postor, a aquél que tiene una gran empresa que apuesta por comercializar con otro de los bienes que nos regala o no la vida, nuestra salud. Qué pasa con nuestro hospital. Ese hospital proyectado como uno de los de referencia para los ciudadanos. La verdad que este día vivido no daba crédito. Llegamos a urgencias y tenemos que dejar al enfermo, muerto de dolor, a merced de que algún alma caritativa le ayude porque TÚ tienes que ir a aparcar el coche donde Cristo pegó las tres voces porque o bien te arriesgas a una multa, o bien los minusválidos están ocupados por gente que no tiene más remedio que soltar el coche donde mejor le “pilla” para apoyar a su enfermo, o bien el de seguridad te avisa que sería conveniente que despejásemos la zona para evitar líos con las ambulancias. ¿Qué haces en todo caso? Si por desgracia vas solo, te inventas una excusa para dejar a tu familiar aguardando el triaje o sino pides que cuiden a tu ser querido que ya irás porque tienes que llevar tu coche a un lugar inóspito, rodeado por los escombros de esa maravillosa obra que algún día concluirá o te metes el vehículo en el bolsillo porque pagar casi dos euros o más por hora en el parking no me parece muy justo para eso mismo, el bolsillo de cada cuál.
 
El trayecto del aparcamiento a urgencias la verdad es que es toda una aventura. Me tuve que descargar hasta una aplicación del móvil, llamada linterna, para que no tuviera que ingresar por fracturas varias junto a mi familiar. Toda una odisea. Sólo te puedes iluminar con esa app o con las luces de los casetones de obra. Llegamos a la sala donde está el familiar junto a una marabunta de gente que pretende ser diagnosticada. Tras más de 6 horas ya has hecho incluso hasta amigos. Comentas tu enfermedad, tus experiencias en hospitales, criticas las uñas de gel de la limpiadora que refunfuña porque no quiere recoger un esputo de un señor que llevaba más de 7 horas allí, conoces los variopintos nombres de personas extranjeras que vienen por un mal al hospital, es decir, puedes recibir incluso clases de idiomas esperando a que un doctor te diga por qué te duele algo.
 
Una de las cosas más llamativas para mi fue ver cómo en una sala de un hospital hay dos televisores LG último modelo con el objetivo, no del entretenimiento de los pacientes sino como mero transmisor de publicidad. Durante 20 minutos, en bucle, te van informando sobre las grandes novedades del macro hospital que está justo al lado, cuyas obras están paradas, lo maravillosa que es la Junta de Andalucía y los proyectos que no son “realidad”, de momento, y que capacitarían a Marbella con uno de los mejores hospitales de la Comunidad Autónoma. ¿Pero en qué mundo estamos? Estamos enfermos, tragando basura y, encima, ¿nos quieren seguir llenando la cabeza de polvo y ensoñaciones varias? No estoy en absoluto de acuerdo.  Por favor suplico que no nos engañen más, que nos dejen VIVIR ya que con nuestros problemas ya tenemos suficientes. Queremos una sanidad pública, modesta pero eficiente y de calidad, Tenemos grandes profesionales que trabajan a destajo y se implican en lo verdaderamente importante como somos las personas. Dejen de vender y actúen en una realidad. Ya sé que suena utópico pero al igual que ellos nos hacen soñar con la salud nosotros podemos defender nuestros derechos.
 
Las horas de espera son grandes consejeras y nos permiten reflexionar, ponernos en el lugar del otro, en este caso paciente y sanitario. Una espera, a veces, desespera, pero cuando nuestro destino no está en nuestras manos tenemos que confiar, aunque debemos aprender a saber en quién. Yo pondría un ejemplo, en las personas, los ciudadanos de a pié que, cada día, sufren un desatino más porque viven en esta realidad.
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