Puede que hoy, un día tan triste para todos, no haya palabras de consuelo. Ni aliento capaz de dar vida a un hecho tan trágico como el accidente de tren de Santiago. Hoy y siempre todos estaremos en ese espacio, en ese momento, en ese duelo y en ese instante que ha cambiado a muchos. No es momento de mirar hacia un lado y eso lo ha demostrado con creces la ciudadanía. Porque detrás de las cifras, de los números, de los datos, hay personas.
Desde hace un tiempo la sociedad española vive sumida en continuo desasosiego, la crisis, el paro, la violencia pero, sobre todo, la impotencia. Siempre se dice que de lo negativo hay que sacar algo positivo. Y yo, al igual que miles de personas, estamos de acuerdo en que Santiago no está sólo. Me enorgullece pertenecer a un país donde, ante una tragedia, siempre hay manos tendidas. Bomberos que dejan protestas para cumplir con su compromiso de ayudar; enfermeros, médicos, facultativos, psicólogos, servicios asistenciales que trabajan y que están en paro para aliviar el dolor; vecinos que, sin saber qué ocurría, hacían piña por colaborar; periodistas desempleados que tweeteaban para cumplir con lo que otros medios nacionales “no llegaban” ser un servicio público.
Sé que no es tiempo de echar la culpa a nadie pero hay que buscar responsabilidades. Un tren de estas características no creo que circulara por primera vez por ahí. Y es que, después de todo, el dinero parece ser el causante de todos los males a mi parecer. Han sustituido las personas por el poder y el dinero. Y es muy triste y ya no depende del color del Gobierno. En "infraestructuras y en tiempo de construirlas somos pioneros", así decían cuando se inauguró esta vía. Una vía que no contaba de base con los requisitos de seguridad que ya empleaban en toda Europa. Pero Ave tiene que haber en toda España aunque no sean necesarios. Dinero de presupuestos que a saber dónde habrán ido a parar y que ahora pagamos justos por pecadores. ¿Ingenieros de caminos desempleados y trazados de estas magnitudes? Inicialmente, para ahorrar costes, no se expropiaron viviendas (que cuesta mucho dinero) para hacer un trazado en condiciones y a la altura de las necesidades de un tren de alta velocidad. También hay errores humanos y cadena de errores.
Un ejemplo de solidaridad es esa gente que de forma anónima ha ido a donar sangre y a donar vida. Por la red se hacían llamamientos por doquier. Vergüenza, que no haya recursos y materiales para poder atender con calidad a los accidentados y sus familiares. Es verdad que una tragedia de esta magnitud es difícil pero no imposible. Todos han puesto de su parte. Pero, como siempre los ciudadanos son los que nos ayudamos. Luego va el politicucho de turno a ver a víctimas, a comprobar después de 12 horas in situ el lugar del accidente para hacerse la foto. Cuando, previamente su gabinete de prensa emitía a las redacciones una nota de prensa "copiada y pegada de otro suceso en China" con su posterior rectificación y vergüenza. ¿Un error humano? No, hay muchos periodistas en paro con más delicadeza y sensibilidad. De nuevo, el dinero por medio. De hecho está que se ha notado la falta de medios "por recortes" Aunque siempre habrá gente que quiere a la profesión y han estado a la altura. Sin periodistas no hay periodismo y no hay democracia. ¿Ahora habrá una pantalla para que los periodistas pregunten? Los ciudadanos no somos de "corta y pega".
Puede que hoy sea uno de los días más tristes para recordar en la historia de nuestro país. Lo que sí es cierto es que se me ponen los pelos de punta cuando veo esas imágenes. No las del morbo que buscan muchos medios sino de las colas a las puertas de los hospitales para donar sangre; del abrazo de un extraño; de los vecinos agolpados para ayudar; de la gente por la calle cabizbaja en cualquier rincón que piensa en esos familiares, en esas víctimas que un 24 de julio, víspera del patrón de Santiago, compraron un billete de ida a Ferrol. Hoy, más que nunca, fuerza Galicia, fuerza ciudadanos y fuerza a las generaciones para que sigan luchando y que mantengan la implicación de un pueblo que no está sólo.