We are the champions

06/05/2021
Escribo este artículo, por cuestión de tiempo para enviar a mi director, sin que conozca el resultado del partido de vuelta en la eliminatoria que disputan el Chelsea y el Real Madrid. Cuando leas esto, uno de ellos ya se habrá clasificado para la final de la Champions, y espero que vista de blanco. Aún así, las finales, como todos los partidos hay que jugarlos. Y, una vez jugada, y ganada, es cuando tienes la legítima opción de cantar el icónico tema de Queen. De sentirte Freddie Mercury. De felicitar al contrario y, de forma muy particular, de sentirte Díaz Ayuso. 

Cuando alguien gana con un 44% de los votos en unas elecciones, como ha ocurrido este pasado martes en la Comunidad de Madrid, te guste más o menos, es justo felicitar y reconocer. Reconocer una victoria y también una derrota. Reconocer que el oponente en ocasiones -muchas o pocas- también gana, es fortalecer la democracia. Pero que esto lo hagamos, me refiero al reconocimiento y no todos, demuestra sobre todo elegancia, tolerancia y un alto sentido de ciudadanía.

Las horas y los días posteriores a estas elecciones -dicen que cruciales para el devenir político del Estado, que yo no lo creo porque también lo eran las catalanas y nada ha pasado- han venido a ratificarme en mi postura de observación: los politólogos siempre llevan razón. Aciertan muy pocas veces, pero llevan razón. Los analistas políticos, depende de que lado ladeen -valga la redundancia- también siempre llevan la razón. Incluso cuando opinan a toro pasado. Como tú y como yo lector, sin que seamos ni politólogo ni analista.

Esta vez los partidos con representación en la Asamblea de Madrid no han manifestado, como en anteriores ocasiones, que todos han ganado. Es curioso, pero pocos son los que reconocen que pierden. Esta vez ha ganado claramente, yo diría que una Presidenta, que no su partido. Ha ganado otra mujer, la cabeza de lista de Más Madrid, erigiéndose con en ese título oficioso de líder de la oposición. Y ha perdido, ese es mi punto de vista, el partido y no la persona que se autocalificó como “el soso” dejando de ser líder de esa oposición y el más votado en las anteriores elecciones. Por supuesto que pierde por eliminación esa opción que decían ellos recogía el sentir del centro. Su candidato a la Asamblea sin embargo no pierde nada. Estaba por allí de paso y, como en la mili, cambiará ese paso para desfilar de nuevo al Congreso de los Diputados. Otro día hablaremos del pluriempleo. Hablaremos o escribiremos.

Quedan dos opciones. Siempre se deja para el final a los extremos. Es curioso. El extremo de color verde, que no ecologista, se siente si no ganador, plenamente satisfecho. Es prescindible para la opción de gobierno, pero ahí está ofreciendo su mano. Durante dos años más, hay que tirar para el extremo todo lo que se pueda. Dejando el polo neutro anterior, en el otro extremo, el de color morado, aun ganando unos pocos escaños no están contentos. Hablo en plural y, al parecer, solo es uno es el que está tremendamente descontento. El cabeza de lista. El primero.

En la misma noche electoral la comparecencia pública de Iglesias venía a representar la dignificación y ejemplaridad en su conducta ante los no deseados resultados. Sin embargo, no son pocas las voces que también claman por haber sido engañados. Aún cuando parecía que esa iba a ser su decisión, fuesen cuales fuesen los escaños a conseguir, y así lo había dejado traslucir, algunos votantes y seguidores se pueden sentir defraudados al no conocer esta circunstancia previamente. La pregunta sería ¿hubiesen votado a una persona -dígase partido- que por otro lado dice que no quiere ese cargo al que se presenta? ¿resulta serio, más allá que sume o reste? ¿para qué se presenta, entonces? Yo no puedo responder a ello. Aún siendo madrileño, no podía votar.

En el pasado -tampoco lo descarten que suceda en el futuro- desde estas líneas se ha efectuado crítica o comentario con la mención de Ayuso. Por regla general con un tono sarcástico, nunca despectivo. Hoy toca hacerlo también. Pero, como se ha mencionado ya, para felicitar a quien ha sabido captar un porcentaje muy elevado de los votantes y cuando parece se han batido records de participación ciudadana. Ha ganado ella en justa lid. No le demos más vueltas. Pero eso sí, no ha ganado España. No ha ganado la libertad, su libertad. Ganan, y pierden en la proporción que les toca, la ciudadanía libre. Ella es quien decide los resultados de los votos. Ahora, el deber de todo ganador, es saber ganar. Saber tener la altura y elegancia para no despreciar nunca al contrario, a la oposición. Caso contrario, en total libertad y aunque se lo haya ganado por resultados, sería muy difícil cantarle We are the champions.

 
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