Marbella y los toros

El pasado día 6 de diciembre publicamos en primicia las intenciones del equipo de gobierno bipartito (PP-OSP) de remodelar la plaza de toros de Marbella con una partida inicial de un millón de euros para que acoja eventos taurinos y otros de tipo deportivo y cultural.

Ni que decir tiene que la noticia tuvo una amplia repercusión, generando un importante debate en el que se dieron mezcla distintos argumentos.

Por un lado, los defensores de los animales, oponiéndose a que las corridas de toros regresen a Marbella. Hay que recordar que desde 2015, con el cambio de gobierno, no ha vuelto a haber este tipo de espectáculos.

Por otro lado, los partidarios de que se recuperen, con doble argumentación. Unos, porque son aficionados taurinos y, otros, que no lo son, pero defienden en virtud de su mal entendido nacionalismo español este tipo de eventos.

Pero, el debate es mucho más profundo. Más allá de toros sí, o toros no, hay que preguntarse si Marbella debe gastarse un millón de euros en arreglar este recinto, situado en una de las barriadas más deprimidas de la ciudad y con grandes necesidades, que podrían empezar a subsanarse con ese dinero.

Una vez que esta zona haya salido de su olvido, entonces sería el momento de plantearse la recuperación de la plaza de toros para lo que fuera necesario, principalmente eventos culturales.

No soy partidario de prohibir los toros, porque esa decisión siempre genera la formación de trincheras. Creo que la llamada ‘fiesta nacional’ terminará desapareciendo porque la gente dejará de acudir a las plazas.

En Marbella me atrevo a decir que no hay demasiada afición, como tampoco la hay al fútbol, por cierto, y a la hora de defender los toros siempre salen muchos más partidarios de los que se sientan en los tendidos.

Aún recuerdo cuando, en octubre de 2013, el Ayuntamiento de Marbella, a iniciativa del PP, entonces gobernando en mayoría absoluta, aprobó declarar el municipio como libre de circos con animales salvajes. Aquello fue muy aplaudido y tuvo una defensa cerrada por parte de los populares, esos mismos a los que les gustan los toros, en una más de sus contradicciones.