Hay políticos que se distinguen por su trayectoria en la gestión pública, buena, mala o regular, pero, al menos, intentan preocuparse por sus conciudadanos. Y luego hay otros que se dedican a hacer la pelota, a medrar, a trepar sin que les importe lo más mínimo el bien común. Entre estos últimos está Manuel Cardeña, el ínclito presidente de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental.
Su vida laboral se ciñe exclusivamente a la política, de la que lleva años viviendo pese a ser un auténtico Atila, porque arrasa todos los lugares por los que pasa.
Es un
profesional de la mentira, un trilero de lo público, convertido recientemente en el hazmerreír de San Pedro Alcántara por sus cosas.
En Marbella, la alcaldesa y sus secuaces no le tragan desde hace años, lo menosprecian y ridiculizan a la mínima que se les da cancha.
Pero ahí sigue, haciendo la pelota, como
Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo.
El amigo se las ingenió para que lo nombraran
presidente de la Mancomunidad y después se autonombró al frente de Acosol, la empresa pública de aguas. El mérito hay que dárselo, es un figura.
Poco le importó estar relegado en el Pleno del Ayuntamiento de Marbella, porque ahora se cree el
alcalde de la Costa del Sol.
Es Manuel Cardeña un siniestro personaje cuyo legado político se puede definir en tres momentos concretos de su trayectoria.
Sus inicios como delegado de
Bienestar Social ya fueron apoteósicos cerrando el centro terapéutico de Hacienda de Toros.
Después, en agosto de 2018, como
concejal de Medio Ambiente, dijo que tras ese verano se iban a licitar las obras de remodelación del Faro de Marbella.
La mentira tenía tal calibre como que, hasta julio de 2020, dos años después, no se entregaron las instalaciones al Ayuntamiento y las obras han terminado hace unas semanas, siete años después de la promesa de Cardeña.
Y qué decir de su paso por la
Delegación de Deportes, en la que se dedicó a organizar eventos con menos papeles que una liebre y dejar una ristra de facturas sin pagar.
Cuando se marchó, el municipio tenía
menos instalaciones deportivas que cuatro años antes. Vaya fenómeno.
Son tres pinceladas, podrían ser muchas más, de alguien que debería estar lejos de lo público por inútil, pero que se ha encargado de medrar en las altas esferas de su partido para sobrevivir. En eso es el mejor, hay que reconocerlo.
Pues para este personaje no debía haber suficientes personas en la Costa del Sol Occidental, o fuera, a las que reconocer su trabajo en beneficio de la comarca como para elegir al presidente de la Junta, Moreno Bonilla, para entregarle la
segunda Medalla de Honor de la Mancomunidad.
La primera, el año pasado, fue para
Vicente del Bosque, por consenso, obvio, para quien es vecino de Marbella.
Los méritos del 'moderado' que llegó al poder gracias a Vox son más que discutibles, aunque se podrían encontrar algunos en otros municipios, no así en Marbella.
Solo con su intención de privatizar la
Residencia de Tiempo Libre para hacer caja bastaría para considerar una indecencia darle este reconocimiento.
Y más aún si le añadimos la degradación a la que está sometiendo la
sanidad pública en el municipio, con impresentables listas de espera y centros de salud como el de Las Albarizas que dan cita a 20 días.
Sin olvidar que las obras que debería hacer la Junta en el municipio, como los centros de salud, las
está pagando el Ayuntamiento.
La ampliación del Hospital Costa del Sol se pudo hacer gracias a los fondos covid por lo que tanto ha criticado el PP a Pedro Sánchez, pero que luego les han venido muy bien para tapar sus miserias.
No, Marbella no tiene
nada que agradecerle a Moreno Bonilla, pero el pelota Cardeña le va a dar la Medalla de Honor de la Mancomunidad.
Todo por seguir trepando, por hacerse y sentirse importante entre la indiferencia que recibe del PP de Marbella donde lo conocen bien y ni siquiera a ellos les encaja.
Ese día, se podrá poner el primero en la foto, como a él le gusta. Manolo, Juanma y la Medalla.
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