El banco de la desvergüenza

El pasado mes de diciembre, la Fundación del Español Urgente, promovida por la Agencia EFE y BBVA, elegía como palabra del año 2017 "aporofobia", un neologismo que significa miedo, rechazo o aversión hacia los pobres. Era la quinta vez que se daba a conocer la palabra del año, escogida entre los términos que han estado presentes en la actualidad informativa. Escrache, selfi o populismo fueron algunas de las anteriores. 

Esta semana en Marbella hemos asistido a un hecho que ha generado la indignación entre mucha gente. El lunes, operarios muncipales, retiraban el banco en el que dormía una persona sin techo en la avenida Arias de Velasco. 

¿Estamos ante un caso de aporofobia? ¿Han llamado vecinos de la zona al Ayuntamiento para que retiren el banco y así este hombre tenga que irse a otro sitio donde no les moleste? ¿O le molesta a nuestro gobernantes y estamos simplemente ante un caso de desvergüenza política?

Caben todas las interpretaciones posibles pero, sea cual sea el motivo, es evidente que quitar este banco ha sido un comportamiento indecente, con responsabilidades políticas aún por aclarar y de las que todos parecen querer escurrir el bulto. 

Da la sensación de que buscaban llevárselo de tapadillo, pero el asunto les estalló. Hoy en día todo el mundo lleva a mano un móvil y alguien captó cómo el camión del Ayuntamiento retiraba el banco. Lo demás, lo hicieron las redes sociales. 

En otros tiempos no muy lejanos, un hecho de esta índole habría hecho correr ríos de tinta en los medios de comunicación, habría sido un gran escándalo. Ahora, en cambio, apenas se han derramado unas gotas, hay un rasero diferente.



La concejala de Derechos Sociales, Isabel Cintado, con gran desfachatez, echaba balones fuera el pasado jueves, en una rueda de prensa convocada de urgencia, sin duda para iniciar la campaña de propaganda con la que están intentando tapar esta repugnante decisión, que ella no quiso asumir. 

Se le llenó la boca de mostrar el compromiso de la alcaldesa, Ángeles Muñoz, con los más necesitados, aspecto en el que han insistido en una nota de prensa durante el fin de semana. Difícil pensar que quien vive en una mansión que puso a la venta por 12 millones de euros pueda tener ni una mínima empatía con la gente desfavorecida.  

Cintado dijo que su política no era la de las fotos, pero le faltó tiempo para acudir a grabar videos a la puerta del centro para personas sin hogar y hablar del gran esfuerzo que están haciendo desde el equipo de gobierno. De paso, para no faltar a las buenas costumbres, criticó a PSOE e IU.

Hasta la propia regidora ha tenido que lanzarse al Twitter. "Mantengo un compromiso especial con las personas en situación de exclusión social", dijo, y se adjudicó una iniciativa como el centro para personas sin techo, que no es suya, sino del gobierno anterior tripatito. A ella no se le ocurrió en ocho años. 

Propaganda pura y dura, y mentiras, por tanto, para equilibrar las críticas en las redes sociales, cuando lo más fácil, sin duda, es que no hubieran quitado el banco. ¿Qué necesidad había?

Nadie duda del trabajo que realiza la Delegación de Derechos Sociales ni Cruz Roja, pero quitar a una persona sin techo, con la patología que padezca, el lugar que utiliza para dormir recuerda lo peor de la derecha, el ocultar los problemas en vez de resolverlos. 

A la memoria vienen aquellos tiempos de 2014 cuando Ana Botella, alcaldesa entonces de Madrid, colocó los llamados "bancos antimendigos" en las marquesinas de los autobuses. Le llovieron las críticas al entender que el diseño buscaba que no se pudiera tumbar nadie en ellos.

En Marbella, el paraíso del lujo, también hay pobreza y me resisto a pensar que existe un sentimiento de aporofobia, salvo en, quizá, algún nostálgico.

Vivimos en una ciudad solidaria, no hay duda, por lo que comportamientos como los que ha tenido el Ayuntamiento con la retirada de este banco no tienen cabida y solo sirven para retrartar a unos gobernantes que después, destapada su desvergüenza, corren a refugiarse en la propaganda e insisten en tomar al ciudadano por tonto.