Hasta siempre, Don Francisco

01/02/2017
Amanecer con la noticia del fallecimiento de alguien cercano, sin duda, no es plato de buen gusto, aunque más o menos, por el curso natural de la vida, uno espere dicha noticia un día u otro. 

Ha fallecido Don Francisco Echamendi Aristu, sacerdote de Marbella durante varias décadas y al que puedo considerar amigo, aunque la diferencia de edad entre nosotros era abismal, siempre que nos encontrábamos teníamos un momento de charla, y con quien igualmente he compartido bodas de amigos, funerales de familiares, tertulias o almuerzos, al igual que formar parte de un ente (asociación) llamada Pasión Cofrade de Marbella, aunque en los últimos años apenas tuviese actividad. Pero sé que Don Francisco a veces le gustaba mi forma de ser, transparente, directa y de no callarme nada.

De este cura bueno, pero ante todo, buena persona, muchos dirán excelentes palabras, estos días. Los que hemos tenido la suerte de conocerlo y tratarlo desde siempre, aunque en mi caso “sólo” fuese en los últimos 40 años, también podremos mencionar su particularidad, su sequedad a veces en el trato pero no por ello falto de cercanía y bondad siempre.

De este sacerdote podríamos contar cientos de anécdotas. Los que hemos tenido la fortuna de relacionarnos con él podríamos escribir hasta un libro de situaciones, cuanto menos, curiosas. Desde el ámbito cofrade al humano, desde el mundo del fútbol a la historia reciente de Marbella.

Se ha ido Don Francisco y, casualmente, lo ha hecho dos años menos un mes, después que mi madre. Siempre que me veía me preguntaba por “la vasca”. Y es que mi Ama y Echamendi (“El Chamendi” como lo referíamos de pequeño muchos…) siempre se llevaron bien, como vasca y navarro que eran. Siempre recordaré como mi madre, casi le exigió que fuera a ver a mi abuela Pepita Sánchez Cuevas, ya en sus últimos días. Se acercó mi progenitora a la sacristía para decirle a D. Francisco “mi suegra está ya muy mal, acércate y la ves…”.

Como siempre, Echamendi, con ese “no” por delante, aunque luego al final siempre cedía, le dijo que por la dirección donde vivía, le correspondía la Parroquia del Calvario. La reacción de “la vasca” (insisto, como él mismo le decía) fue la siguiente, no con poca contundencia: “¡no! vas a ir tu a verla, porque ella se ha bautizado en esta iglesia de la Encarnación, se ha casado aquí y vas a ir tu a verla….”. Le faltó tiempo a Don Francisco para ir… y por poco se queda a dormir porque estuvo toda la tarde. Gruñón sin duda, pero al final cedía…

Echaré de menos encontrármelo por la calle y hacerle bromas, siempre con mucho respeto pero con cercanía y cariño, sobre su Osasuna (que si “este año no os libráis de bajar” que si “vaya equipo de todo menos de chicarrones del norte”…). Me faltará verlo, en los últimos años, con su silla de ruedas y su más que inseparable María Jesús, su hermana (ella sí que lo echará de menos…).

Han sido muchos años formando parte de la reciente historia de Marbella. Siempre quedarán en filmotecas y hemerotecas, la histórica boda de Lolita y aquel “si me queréis, irse…” de La Faraona. Vaya lío se montó aquel día en el pueblo.

Yo, de Don Francisco siempre me acuerdo, también, de aquellas palabras, en pleno éxtasis de éxito deportivo del extinto Atlético Marbella en aquel ascenso a Segunda (que espero pronto se repita con el actual club), cuando miles de personas acompañaban al equipo en la ofrenda al patrón San Bernabé, a la vuelta de aquel viaje a Yecla, en un abarrotado templo de la Encarnación, con vítores de los aficionados, pidieron a Don Francisco unas palabras. Y éste, parco muchas veces, lo fue más: “En tiempo de emociones… pocos sermones. Viva Marbella y Viva el Marbella”. Y aquí acabó su intervención.

También recordaré una conversación telefónica hace poco menos de dos años, en un día muy especial para mí porque despedía a mi madre, cuando me hablaba de lo orgullosa que estaba de sus dos hijos. Le dije, “Don Francisco, se ha ido sin que sus hijos le hayan dado un dolor de cabeza”. Respuesta de Echamendi: “Quédate con eso, Juan Luis”. Estoy seguro que ya estará hablando con ella, por ahí arriba, y le ha puesto al día de la situación del Cielo.

Yo me quedo con un hasta siempre Don Francisco. Descanse en Paz. 
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